domingo, 20 de julio de 2008

El cabello de Ramsés



La odisea de los pelos de Ramsés II ha llegado a su fin. Después de pasar 31 años en Francia y de que un cartero galo intentara venderlo ilegalmente a través de internet, el disputado rizo del faraón descansa finalmente junto a su momia en el Museo Egipcio de El Cairo. El ministro de Cultura, Faruk Hosny, lo ha anunciado ante toda la prensa nacional e internacional a bombo y platillo, para dejar claro que no va a consentir que «ni un mechón de pelo se quede fuera de Egipto».

El viaje del cabello de uno de los más famosos reyes egipcios comenzó allá por 1976, cuando su momia se vio afectada por un extraño hongo. Ramsés II viajó entonces a Francia para ser analizado por un equipo de científicos, que recogieron pequeñas muestras de pelo, vendas y resinas que habían sido utilizadas en su momificación. El faraón, de 3.200 años, volvió a su tierra, pero su pelo se quedó en Francia, ya que uno de los investigadores, bien por despiste o por avaricia, se lo llevó a casa.



Y allí ha permanecido durante décadas, olvidado por las autoridades, hasta que, una vez fallecido el científico, su hijo decidió hacer negocio con los cabellos faraónicos.

Sin un pelo de tonto, Jean Michel Diebolt puso el mechón a la venta en internet el pasado noviembre por la nada desdeñable cantidad de 2.000 euros. Pero Diebolt cometió un error subestimando la capacidad de las autoridades egipcias para rastrear e intentar recuperar los valiosos pedazos de su historia. «Tengo espías por todo el mundo que me informan de cosas que no podríais ni imaginar», reconoció misterioso Zahi Hawass, que, desde su cargo como secretario general del Consejo Supremo de
Antigüedades egipcio, no consiente que se mueva una piedra en el país sin su permiso.



Un equipo de arqueólogos egipcios viajó a Francia para recuperar el botín capilar, con el que volvieron, triunfadores, la semana pasada. Egipto no piensa quedarse de brazos cruzados ante los expolios y ha anunciado el inicio de una campaña mundial de recuperación de piezas arqueológicas, que ya ha reclamado una estatuilla real que se encuentra en Barcelona.

Quizás nunca llegue a cumplirse el sueño egipcio de volver a ver la piedra Rosetta (hoy en el Museo Británico de Londres) en el lugar donde se encontró, pero el rizo de Ramsés II bien podría ser la primera victoria de una larga batalla. El faraón era, por cierto, moreno.


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